Al despertar tardó unos segundos en recordar dónde se encontraba. Comenzaba a amanecer y una débil claridad atravesaba el ligero visillo que cubría el ventanal, dibujando levemente los contornos de la habitación.
La casa estaba en silencio, a penas roto por la suave y acompasada respiración de Alex que dormía a su lado en otra cama. Pudo distinguir en su pequeña silueta como entre los brazos aún sujetaba su osito de peluche, del que jamás se desprendía.
Era tanto el silencio que llegó a pensar en la posibilidad de que fueran los únicos que estuvieran allí. Habían llegado la noche anterior, cuando ya todos dormían...otras personas con otras historias que como ella, buscaron dónde asirse a la desesperada. Aquello era una tabla de salvación para no ahogarse, para tener al menos una esperanza de futuro.
Futuro.
Pero ¿qué futuro? ¿sería posible tomar su propio camino?... y ¿a dónde le llevaría ese camino?...
Las preguntas se le agolpaban en la cabeza, todas sin respuesta. Y el miedo. Ese miedo tenaz que como una sombra negra la asfixiaba, comprimiéndole la garganta....sintió náuseas y quiso correr hasta el baño, pero una punzada aguda en el costado la paralizó, tuvo que reprimirse para no gemir por el dolor.
En el baño, al accionar el interruptor una intensa luz blanca le cegó unos instantes y allí, frente a ella, un espejo brilló como desafiándole.
Se acercó con recelo, el que en esas ocasiones le producía su propia imágen. Aquel objeto inanimado era cruel con ella, no maquillaba su rostro, si no que le ofrecía un aspecto de si misma real y terrible.
Se desnudó muy despacio, dejando al descubierto los grades hematomas diseminados por todo su cuerpo. Unos recientes, otros viejos, casi desapareciendo...
Su piel era una tela estampada de distintos tonos, un vestido del que no se podía despojar. Contemplarse era revivir cada bofetada, cada golpe recibido durante años. Sentir de nuevo el impacto feroz del puño en su cara.
Solo hacía algo más de un día que había recibido la última paliza. Pero esta fue la última por siempre...
Porque desde el suelo, mientras se cubría con las manos el rostro para protegerse de las brutales patadas, entre los dedos pudo ver como desde el fondo del pasillo, Alex en pijama y descalzo, era testigo de aquella salvaje escena.
Su hijo le dio el valor que antes nunca había reunido para escapar de aquella trampa llamada "matrimonio"... una prisión con un despiadado carcelero que le humillaba, le insultaba y le maltrataba física y psicológicamente.
Esta vez, a cientos de kilómetros no tendría que oír las frases se arrepentimiento, ni las falsas promesas de que jamás se volvería a repetir...Las oyó demasiadas veces y todas fueron mentira...Abrió el grifo de la ducha y por última vez lavó con agua caliente sus heridas... permitió, que ese agua arrastrara las últimas lágrimas antes de comenzar el primer día de su nueva vida.
Con mi apoyo a todas las mujeres que sufren o han sufrido por malos tratos.
Pilar